Su hombre ideal by Cara Colter

Su hombre ideal by Cara Colter

autor:Cara Colter [Colter, Cara]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2008-01-01T05:00:00+00:00


Capítulo 6

Dieciocho días para Navidad…

—Un momento, Kirstie, antes de que cerremos, quiero enseñarte una cosa —dijo Michael.

Lo dijo como si se tratara de algo sin importancia, pero por dentro entendió cómo se había sentido su padre todos aquellos días de Navidad esperando el momento de la gran sorpresa final.

No porque ahora se tratara de su gran sorpresa final, pero sí era un buen adelanto.

—¿Cerrar? No quiero cerrar. Quiero quedarme aquí, y mirar esta maravilla. Es lo más grande que hemos tenido nunca aquí —dijo dando otra vuelta alrededor del «trineo».

¿Qué hombre no se creería el más grande ante tal confesión? Pero había que admitir que no le había quedado nada mal.

Cuando le habían enseñado lo que ellos llamaban el «trineo», una cubierta desvencijada y malamente apañada, se había quedado espantado. ¿Cómo es que no habían tenido un accidente con aquello en aquel estado?

Él lo había desmontado entero, y vuelto a construir desde cero. Ahora era una obra de arte, una auténtica carroza que iría repartiendo juguetes por las calles en Nochebuena, tirada por un camión, con un asiento forrado de terciopelo para Papá Noel, inmensas cajas de colores para llevar los regalos, y pasarela enmoquetada para que el elfo, si llegaban a encontrar uno, entregara los regalos, que ese año ascendían a la cifra récord de mil doscientos, sin incluir los Sueños Imposibles.

Pero para él, lo que estaba a punto de enseñarle a Kirstie, era sin duda su mayor logro hasta ese momento en la Sociedad Secreta: una caja enorme, sin envolver, que colocó delante de ella.

—¿Qué es?

—Sueño Imposible número doce, Amanda Watson, seis años —respondió él.

—¿Disneylandia? —preguntó Kirsten con una mirada escéptica que, tras abrir la caja, se convirtió en lo que él tanto había esperado, y para lo que había vivido: ver el sol en unos ojos hechos para reír, aunque no lo hicieran demasiado a menudo.

—Disneylandia. Disneylandia en una caja —proclamó satisfecho.

—¿Dónde has encontrado esta preciosidad de papel? —preguntó deslumbrada.

Tres días enteros le había llevado encontrarlo, pero ver aquella mirada en sus ojos hacía que hubiera merecido la pena. Toda la caja cuidadosamente forrada con un exquisito papel en el que podía verse el castillo del Rey Ludwig en Neuschwanstein, el mismo que había inspirado el castillo de la Bella Durmiente en Disneylandia. Luego, a juego, sábanas, almohada y manta con los personajes favoritos de Disney, más unos enormes peluches de los personajes más populares de Disney. Y en el fondo, lo mejor de todo: un vestido de princesita de encaje y tafetán, con una diadema de joyas, y unas pequeñas zapatillas de plástico transparente.

Michael vio cómo los ojos de Kirsten se llenaban de lágrimas.

—¡Michael, eres una caja de sorpresas! —dijo con cara de auténtica admiración—. ¿Tú sabes lo que un regalo así significa para una niña pequeña? El paraíso.

—Creo que Santa me está soplando al oído —dijo, tan sorprendido como ella por lo inspirado que se ponía cuando se trataba de los Sueños Imposibles.

—Y ¿cómo escogiste ese vestido tan precioso?

—Peor fue escoger la coronita ésa, con todas las mujeres de la tienda mirándome y riéndose.



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